jueves, 29 de marzo de 2012

PRINCIPIOS, ACTITUDES Y HECHOS.

PRINCIPIOS, ACTITUDES Y HECHOS
(28/03/2012)

Es muy difícil que dos personas, por muy afines que sean, coincidan en todo. Siguiendo el silogismo; es sumamente complicado que cientos, digo miles, de personas, por muy afines que sean, puedan coincidir en todo.

Perogrulladas aparte, no conozco a ningún votante de los de Ferraz que comulgue (sin ironías) al cien por cien con todas las premisas ideológicas de su partido, y valga también lo dicho para los de Génova... Entonces, ¿por qué se nos exige a los demás fidelidad infinita?.

Cada mujer y hombre poseen unos PRINCIPIOS ideológicos propios, únicos e inalienables, frutos de su herencia, su educación, sus relaciones y el contexto en el que se desenvuelven. Estos principios, se van a traducir después en ACTITUDES vitales que les permitirán enfrentarse a la realidad, conocerla, aprehenderla y modificarla, generando HECHOS o acciones físicas y tangibles.

A raíz de esas acciones, cada persona se construye, se identifica como ciudadano y busca su lugar en la sociedad, en un intento hercúleo por integrarse, huír de la soledad y sentirse aceptado dentro del grupo.

Buscar una "marca" identitaria, en la que sentirse reconocido, y en la que se reproduzcan esos principios ideológicos básicos que nos conforman, es una meta para el individuo, y un fin, en sí mismo, para la supervivencia de los distintos partidos políticos. 

Así pués, la afiliación de nuestro voto no sólo es producto de una coyuntura social, política y económica concreta, por muy alarmante que ésta pueda llegar a ser (sirva de ejemplo las recientes elecciones autonómicas andaluzas), sino que existen otros factores inherentes a la persona, que son de carácter endógeno, y por consiguente, menos susceptibles de modificacion; aunque, por supuesto, no inmutables.

Aquí quería yo llegar. Toda la reflexión anterior está generada por una respuesta que el Ministro de Justicia, don Alberto Ruíz-Gallardón, desde la tribuna del congreso, "propinaba" ( y uso esta expresión, de forma consciente, por la alevosía que se adivinaba en sus palabras y como sinónomo de puñetazo) al señor Carlos Gorriarán, parlamentario de UPyD, cuando éste interpelaba al gobierno sobre los indultos concedidos a varias personas condenadas por motivos de corrupción. Aquí, el señor Gallardón se sacó de la chistera unos indultos concedidos, casi en el siglo pasado (2004-2006), por el PSOE, cuando Rosa Díez aún formaba parte de ese partido. (¡Qué fijación con Rosa...! ¡Si por él fuera, le pagaba otra vez la afiliación al PSOE! ¡Allí les daba menos problemas...!)

Mi réplica, de haber tenido la oportunidad hubiera sido muy simple: <<Por indultos como esos y otras cosas, señoría, es por lo que Rosa abandonó el PSOE>>.

Y es que lo decía al principio. Es muy difícil que uno coincida plenamente con el paradigma ideológico de su partido; te acercas, pero nunca haces pleno (como en los bolos). Pero amigos, precisamente lo mejor de la democracia es la LIBERTAD para ELEGIR, acompañada de la LIBERTAD para CAMBIAR cuando crees que tus principios son vulnerados por las actitudes y los hechos de los otros; especialmente si los otros son de tu mismo partido...

Enrique Javier Valdivia Ocón

martes, 6 de marzo de 2012

ENTRE "WHISKY" Y "RON" (06/03/2012)


ENTRE "WHISKY" Y "RON"
(06/03/2012)


Al parecer existe una norma no escrita según la cual, si te afilias a un partido, con los amigos ya no puedes volver a hablar de política, porque corres el riesgo de que dejen de serlo. Y es verdad. El aire se puede cortar.

De manera, que antes podíamos dialogar sobre todo, y por supuesto, cada uno podía ser del color que quisiera; y aunque el voto es secreto, todos sabíamos el signo de las papeletas que cada uno había introducido en la urna en cualquier día de elecciones.

Podíamos pasarnos toda la noche discutiendo, entre whisky y ron, si la ley antitabaco perjudicaría o no al sector de la hostelería; o por qué los que antes criticaban a unos por cambiar la ley de desempleo, no la “descambiaban” ahora que eran ellos los que gobernaban… ¿Quizás porque estaba bien y a lo mejor, digo, sólo se oponían porque eran otros los que tenían los “cataplines” de meterle mano a un asunto tan espinoso e impopular?...

Al parecer –escribía- existe esa norma consuetudinaria, producto del instinto atávico heredado de nuestros padres –hijos de la posguerra- donde la mejor manera de sobrevivir era “no señalarse” y pasar lo más desapercibido posible, pues nunca sabes de quién puedes fiarte.

¿Será, que tras más de treinta y tantos años de libertades, nuestra democracia no ha madurado, aún, lo suficiente?

Inseguridad en uno mismo y en la salud de su discurso no es, porque si no, tampoco antes hubiéramos tratado esos temas. Y disentido, en la mayoría de las ocasiones…

¿Desinterés repentino y apatía crónica con respecto a cualquier ítem sociopolítico, pero sólo cuando yo estoy presente?... No, realmente no lo creo.

Pienso que se trata de otra cosa, algo que subyace en lo más profundo de la psique de todos los individuos desde que la sociedad se erige como tal. Creo, que es el miedo al que ostenta el poder.

Tu amigo y tú podíais hablar de todo lo divino y lo humano porque os sentíais iguales y también porque teníais las mismas potencialidades -que las seguís teniendo-; pero en el momento en que te afilias, aunque seas el último mono del partido -que lo eres-, subes un escalón. A partir de ese momento entras en la carrera de la política, y aunque las probabilidades matemáticas de que algún día puedas llegar a mandar algo son ínfimas, eres como el muñeco de una caja-sorpresa. Estás ahí, agazapado. Esperando tu momento. Eres energía potencial soñando con convertirte en energía cinética de tu ayuntamiento, tu comunidad autónoma o tu país… Y TU AMIGO, LO SABE. Lo sabe y lo teme; porque como habíamos dicho antes, llevamos la desconfianza en la sangre, como herencia filogenética.

…Y yo os digo, amigos, no seáis tontos… Sigo siendo el mismo de antes. Con menos tiempo para vosotros, pero el mismo… Y como hoy le contaba a un compañero del partido, Juan Antonio, -al que con el tiempo espero poder contar entre mis amigos-, afiliarse a un partido no mayoritario es, más o menos, como apadrinar un niño en Colombia: pagas la cuota hasta que el dinero te hace falta para otra cosa… 


                                                                  Enrique J. Valdivia Ocón