Todos
conocemos la anécdota de que Albert Einstein fue un alumno mediocre que odiaba
el colegio y sacaba malas notas, y que incluso lo expulsaron del mismo por
considerarlo una influencia negativa para sus compañeros. Y esta reseña la
esgrimimos como arma arrojadiza cada vez que tenemos algo que criticar al
Sistema Educativo, para denotar su fracaso y ejemplarizar su deterioro. Pero
pocos nos paramos a pensar en cuales son las verdaderas causas del estado
ruinoso en que se encuentra la
Educación en este país.
A
todos, o casi todos, en algún momento de nuestra infancia, entre los seis y los
diez años, cuando por fin estábamos en disposición de entender y resolver de
forma lógica los dilemas y dificultades de la vida…¿?, nuestro padre nos cogió
en brazos (a algunos con más trabajo que a otros – por el tamaño, se
entiende-), nos sentó en sus rodillas y con voz grave y gesto serio, como el
que dice una verdad irrefutable, nos explicó aquello de que teníamos que
esforzarnos en el colegio y sacar buenas notas porque de esa manera cuando
fuéramos mayores podríamos tener un buen trabajo. ¡Qué sabios, nuestros
padres!... ¡Cómo supieron encontrar el momento!... y eso que la mayoría no
había oído hablar de Piaget, en su vida…
…Hoy,
cuando terminé de hacer eso mismo con mi hijo, me sentí el ser más embustero,
falso y falaz del mundo. ¡Vale! –pensé para consolarme-: Es cierto que estudiar
más que nadie, esforzarte por encima de tus posibilidades, desarrollar en
plenitud el pensamiento divergente y la inteligencia emocional, y terminar dos
carreras –mejor tres- … todo eso no te va a asegurar un buen puesto de
trabajo…., pero te da más posibilidades ¿no?...
Y
en estas, yo me pregunto a la luz de la evidencia, que por qué perdemos el
tiempo en hacer una Ley de Educación cada cuatro años, u ocho, coincidiendo con
el cambio de color en el gobierno. Tampoco entiendo que si la LOE (Ley Orgánica de
Educación), en su artículo 48.3 dice que no se puede hacer distinción alguna por razón de sexo,
raza, religión… (Igual que en el catorce de la Constitución ¡ea!),
por qué entonces se subvencionan colegios concertados donde existe segregación
del alumnado en función de su sexo. Si la nueva escuela habla de la necesidad
de ser flexibles en cuanto a la clasificación por edades, ¿vamos nosotros y los
repartimos por cruces y flechas?... Evidentemente, por razones
pedagógicas no es.
Es
cierto que nuestros hijos sufren una epidemia de falta de atención,
probablemente motivada por la sobre-estimulación a que les somete la sociedad
actual en general, y cada familia en particular. Cuatro “teles”, tres
ordenadores, otras tres videoconsolas… (Hablo de lo que hay en mi casa… luego
ya cada uno en la suya…), de la misma manera, que también es cierto, que
nuestro Sistema Educativo necesita una reforma que nos haga crecer en calidad.
Una reforma que nos permita luchar contra el fracaso escolar, que renueve una
Formación Profesional anquilosada y desprovista de una conexión asertiva con el
mundo laboral. Un enroque institucional que haga real y efectiva la Igualdad de
Oportunidades, y eso, no se consigue sólo regalando ordenadores, sino
reconociendo el valor del esfuerzo y
el trabajo. Ayudando al que no llega
“poniendo andamios” –como diría Bruner- hasta que alcancen los objetivos; pero
también premiando al que va más allá de los mismos.
No
me puedo olvidar tampoco de la necesidad de valorar en su justa medida y
reconocer la labor del docente… Ya me duelen los ojos de tanto chiste grafico
sobre los profesores, del antes y el ahora. Cualquier tiempo pasado no fue
mejor, pero algunos sí… La teoría de los conjuntos, por ejemplo, ¿se han parado
a pensar por qué hoy en día se dan tantos casos de corrupción? Está clarísimo,
porque desde la LOGSE
en adelante ya no se enseña en las escuelas aquello de que A pertenece a B pero no a C, y de que A y C están relacionados pero no se
pertenecen ..etc. Ahora en serio, algunas cosas sí eran mejor, y hablo del
respeto hacia la autoridad del maestro, (en sentido bíblico, rabínico, casi, si
se me permite…)
Es necesario apostar por una Ley Educativa nacida del
consenso, con un sistema único y común para todos los españoles, que garantice
la igualdad de oportunidades sin obligarnos a elegir en qué lengua se educan
nuestros hijos y que no segmente los contenidos por comunidades. No son aceptables los recortes, ni el aumento de la ratio
alumnos/aula, ni la reducción de
plantillas, por lo que eso conlleva de deterioro en la atención a la diversidad,
así como en la capacidad para atender otros planes y programas educativos.
En
definitiva, hay que entender la Educación
como una Inversión, ya que es, eso mismo,
lo que la convierte en la mejor de las
políticas económicas.
Espero
que con suerte, y si todo cambia, dentro de treinta años, mi hijo, siente al suyo
en las rodillas y con voz grave y gesto serio le pueda decir… << >>.
Enrique J. Valdivia Ocón