Es como la calma chicha antes de la tempestad.
Miras de refilón las noticias y te arrepientes, y apartas los ojos a otra cosa,
como si la ignorancia hiciera que la vida continuase de otra manera. Ves a toda
esa gente ahí, en silencio, en un grito mudo, inconformista, desesperado… No,
no es la Bastilla
en 1789, ni París en mayo del 68, ni siquiera los claveles del 74 en nuestra
vecina Lusitania. Parece algo irreal, como una novela fantástica con
reminiscencias de una Europa medieval en la que las míticas criaturas mágicas
del pasado se mezclan con la actualidad más rabiosa. La nacionalización de
Bankia, las cuitas pseudofeudales de los “barones” autonómicos, el millar de
almas de manos alzadas en la
Puerta del Sol que, como en la canción de Mecano, se juntan
justo un año después, pero esta vez sin champán, ni uvas…, tan sólo el
alquitrán…
¿Y Rajoy?... Pues Rajoy, en su poltrona
dieciochesca, ejerciendo de monarca absoluto gracias a una “Restauración” –
democrática, eso sí- de mayoría “absolutista” más que absoluta. Henchido de
poder hace, o más bien deshace, el Estado del Bienestar, viernes a viernes, a
golpe de decretos, sin saber que no sólo está cavando nuestras tumbas, sino que
a la vez está afilando su propia guillotina…
El poder… El poder es el veneno de la humanidad. Su
anhelo corrompe, horada, transmuta… Su ostentación ciega, pervierte, embrutece
a todos o casi todos –raros y loables son los casos contrarios-; y sobre todo,
en ambas situaciones, daña a los demás. Y en el fondo es que no somos más que
frágiles y simples hombres y mujeres inmersos en un “Juego de Tronos”… La única
diferencia es que en la serie de Canal + no disimulan su ambición…
Se va haciendo necesaria una desprofesionalización de
la política, precisamente para evitar este juego, que empieza con luchas
intestinas dentro de cada “clan” político, y que termina por extenderse a toda
la sociedad, que se mira de reojo después de cada cita electoral.
En el truculento tiempo que estamos viviendo,
acosados por la prima de Riesgo, observados con cautela por toda Europa,
inmovilizados bajo el microscopio de los “mercados” y del Fondo Monetario
Internacional, no necesitamos “monarcas ausentes” (y no me refiero a D. Juan
Carlos), sino al tirano mencionado líneas atrás, que aparece y desaparece como
los ojos del Guadiana, y que está sin estar en sí...(¡Qué Santa Teresa me perdone por
plagiarle la antítesis!).
Lo que necesita España, es la madurez de unos
políticos que dejen de mirarse el ombligo, que pacten políticas y no cargos,
que renuncien a prebendas inmorales, que se bajen el sueldo, no en porcentajes,
sino en la misma medida que nos afecta a los demás mortales en cuanto a la
reducción del poder adquisitivo. Unos políticos, que sean
capaces de unirse y trabajar por los mismos principios de cordura y sentido
común, con un mismo objetivo que es salvar España de la jauría de especuladores
que nos atosiga, y tras los mismos valores que nos identifican, nos definen y
nos unen como nación libre.
Para concluir, me gustaría recordar una cita evangélica: “Por vuestros actos os conocerán”. Como Martin Luther King, en el
discurso del Lincoln Memorial, yo también “tengo un sueño”…Sueño con el día en
que algún presidente del gobierno, o autonómico, o algún consejero o alcalde –del partido que sea-, tenga el orgullo de asistir a la inauguración de algún
hospital, escuela o humilde biblioteca, “a hacerse la foto”; y si por cualquier
mala incidencia de la vida, esa escuela, hospital o biblioteca tuviera que
cerrar… que esté también allí, en ese difícil momento, para volver a salir en
la foto. Eso sí sería un "ejercicio de responsabilidad"… ¡Ojala lo vea!